“Esta leyenda del curso bajo del misisipi cuenta cómo cada vez que el pueblo de los choctaw levantaba un campamento no sólo se establecía un nuevo vinculo con la tierra, sino que era ella misma quien los guiaba.”
Los ancianos choctaw se reunieron y eligieron a dos hombres gemelos para que condujese al pueblo a un nuevo territorio. Antes, el chamán les dijo que tenían que cortar un árbol joven y hacer con el un tótem. Una vez tallado, el chamán lo pintó y lo clavó en la tierra. “Allá donde señale la punta mañana por la mañana”, sentenció el chamán, “es hacia donde tenemos que dirigirnos”. Al día siguiente, el palo se había inclinado hacia el sudeste, así que todo el pueblo puso rumbo a dicha dirección no sin antes llevarse el tótem con ellos. El viaje se prolongo durante varios años, en los cuales nacieron varios miembros del pueblo y otros murieron; los restos de estos últimos se llevaron guardados en unos recipientes para depositarlos en el que había de ser el nuevo territorio.
Cada noche se clavaba el tótem y todas las mañanas lo consultaban. Hasta que una mañana amaneció erguido del todo, por lo que todos supieron que habían llegado a la tierra que buscaban.
“¿Y dónde depositaremos los restos de nuestros seres queridos?”. “Les haremos un sitio en este túmulo sagrado de tierra”, sentenciaron los gemelos. “La tierra del túmulo fructífero será nuestro hogar para siempre”. Así establecieron su tierra sagrada en Nanih Waya, junto al misisipí, “el rió mas allá del tiempo”, hasta que los expulsaron.
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