El dedo del indio patagón (Provincia de Magallanes)
Es costumbre tocar o besar el dedo del pie del indio que adorna el monumento a Magallanes, como buscando felicidad. ¿Por qué ocurre esto?
Cuenta la leyenda que un avezado marino español, que estaba sentado una noche cavilando frente al monumento de Magallanes, de improviso fijó su atención en el fornido indio patagón que adorna la estatua y se le ocurrió tatuarse en el pecho esta figura. Buscó un especialista y el artista puso manos a la obra, que resultó una perfección. El tatuaje parecía cobrar vida a cada movimiento del marino, los ojos parecían mirar y le temblaban las mejillas. Lo que más llamaba la atención era el dedo gordo del pie, que se movía como con vida propia a cada movimiento de la piel.
Terminado el trabajo, el marino se acercó a un espejo y rió satisfecho. Consultando in mente si sus empresas tendrían éxito, vio que el dedo gordo del indio se agitaba afirmativamente. Feliz fue hacia el puerto a embarcarse. Al pasar por el monumento se detuvo junto a la figura del indio, y golpeándose el pecho exclamó: "Aquí te llevo, amigo. Quiero ser tan fuerte como tú, y que no me entren balas". Y cogiéndole el dedo gordo del pie, le dio un sonoro beso, diciendo: "Ayúdame, dame suerte".
Meses después el marino regresó a Punta Arenas, radiante de alegría y contaba que todo le había resultado bien.
Y es por eso que ahora, quienes pasan frente a la estatua, tocan el dedo del pie del indio, como implorando para ellos su protección y ayuda. Y los viajeros lo besan y le piden un pronto regreso.
Es costumbre tocar o besar el dedo del pie del indio que adorna el monumento a Magallanes, como buscando felicidad. ¿Por qué ocurre esto?
Cuenta la leyenda que un avezado marino español, que estaba sentado una noche cavilando frente al monumento de Magallanes, de improviso fijó su atención en el fornido indio patagón que adorna la estatua y se le ocurrió tatuarse en el pecho esta figura. Buscó un especialista y el artista puso manos a la obra, que resultó una perfección. El tatuaje parecía cobrar vida a cada movimiento del marino, los ojos parecían mirar y le temblaban las mejillas. Lo que más llamaba la atención era el dedo gordo del pie, que se movía como con vida propia a cada movimiento de la piel.
Terminado el trabajo, el marino se acercó a un espejo y rió satisfecho. Consultando in mente si sus empresas tendrían éxito, vio que el dedo gordo del indio se agitaba afirmativamente. Feliz fue hacia el puerto a embarcarse. Al pasar por el monumento se detuvo junto a la figura del indio, y golpeándose el pecho exclamó: "Aquí te llevo, amigo. Quiero ser tan fuerte como tú, y que no me entren balas". Y cogiéndole el dedo gordo del pie, le dio un sonoro beso, diciendo: "Ayúdame, dame suerte".
Meses después el marino regresó a Punta Arenas, radiante de alegría y contaba que todo le había resultado bien.
Y es por eso que ahora, quienes pasan frente a la estatua, tocan el dedo del pie del indio, como implorando para ellos su protección y ayuda. Y los viajeros lo besan y le piden un pronto regreso.
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